lunes, 24 de febrero de 2020

Guitarrita del arroyo

Se apareó la guitarra
al camalote
y navegó descarnada
de bordonas
en un sueño de preludios
sobre el agua
hasta una proa somnolienta
en mi canoa.
La oí llorar como llora
la guitarra
cuando la mano compañera
la abandona.
Su lágrima enjugué
con mi caricia
y allí encontré el perdón
de quien perdona.
Era muy joven aún
y en sus caderas
descubrí profunda herida
que sangraba
lastimando mi vergüenza
y supe entonces
del cruel dolor
que por su cuerpo señoreaba.
Navegó los arroyos y
entre hortensias
la sudestada le acercó
al destino.
Un incrédulo isleño
contemplaba
su cuerpo por el agua
hecha camino.
Los duendes de la costa,
entre los ceibos
le regalaban el concierto
de sus trinos
a esa nave elegante
entre las olas
sin remos, ni grumetes,
ni marinos.
En su estirado cuello
las mojarras
con pentagramas dibujaban
remolinos.
Cuando llegó hasta mí
ya en el ocaso
por las mágicas Tres Bocas
de aquel río
la aprisioné contra el pecho
y el abrazo
calmando su dolor
me quitó el frío.
Quizá su antiguo compañero
de naufragio
se perdió por las viñas
del olvido
y la corriente la llevó
hasta los senderos
donde discurren las sombras 
y el abismo.
Pero llegó hasta mí
y en sus caderas
la herida curé al fin...
con mi cariño.

Carlos Cazorla


Fuente: Cazorla, Carlos Ruben: "Viaje a la utopía". Buenos Aires: el autor, 2008.


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