Existe en la provincia de Neuquén, un altísimo cerro. Los descendientes de los araucanos no se arriesgaban a escalarlo ya que era muy peligroso. Un día Guinechén, el hechicero de la tribu, tuvo una visión y descubrió que en la cima del cerro yacía raptada una joven custodiada por un toro colorado y un caballo negro. El toro hacía caer las piedras del cerro sobre los que intentaban acercarse, y elcaballo desataba sobre ellos grandes tormentas de viento y agua.
Enterado de la revelación, un valiente cacique se ofreció a escalar el cerro y rescatar a la joven, pero cuando puso un pie sobre él, se desató una lluvia de piedras y una profunda tempestad que podían lanzarlo al vacío; pero la fuerza y la valentía del cacique lograron que pudiera resistir hasta encontrar una cueva a mitad del camino en la que se pudo refugiar. Allí caminó por un sendero hasta toparse con una laguna de aguas brillantes que encandilaba la vista. Oyó de repente una voz que gritó: ¡Aléjate! ¡Era la joven sentada sobre una piedra, del otro lado de la laguna! Él cacique se metió al agua para rescatarla y al hacerlo se dio cuenta de que el fondo de la laguna estaba repleto de oro. Atraído por el brillo, nadó hasta el fondo, persiguiendo el tesoro, pero se ahogó y se desmayó.
Despertó ya en tierra firme, oyendo los susurros de una mujer; era la joven a su lado que le advertía nuevamente que se alejara “Soy parte de éste tesoro, si me llevas o te llevas algo de aquí el cerro se enojará y escupirá fuego. Vuelve con los tuyos y no digas nada; si revelas el secreto, despertarás la furia del cerro”, advirtió. El cacique prometió no hablar del tesoro y sólo reveló el secreto a su gente para que cuidaran del cerro, al cual llamaron Domuyo; nombre que en mapuche significa “que tiembla y rezonga”, cada vez que alguien se acerca para tomar su tesoro.
Fuente: fundacionarcor.org
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