...Las tierras que hoy corresponden el Partido de Berisso, formaban parte de una extensa llanura. Tierra de Indios Pampas, dueños absolutos del arte de vivir sorbiendo y entendiendo los fenómenos naturales que se producían a su alrededor. Patria de silencios que permitían oír la voz del hombre. De ese hombre que tomaba de la Naturaleza lo necesario pero no más.
Esa Pampa Húmeda fue originando diversos Partidos en sucesivas subdivisiones. A saber:
1774: Quilmes, San Vicente y Magdalena.
1808: Chascomús y Magdalena.
1822: Ensenada y Magdalena.
1875: Brandsen y Ensenada.
1882: La Ley que crea la Capital de la Provincia de Buenos Aires dispone que el Partido de Ensenada se llame en adelante de La Plata. El área que es hoy Berisso pasa, entonces, a formar parte de La Plata.
1957: Al otorgarse autonomía municipal a Berisso y Ensenada se subdivide a La Plata en tres Partidos: Berisso, Ensenada y La Plata.
Pero déjame que te cuente algo más que, casi seguramente no sabes. Porque en aquella época andabas en proyectos y después, cuando apareciste por Berisso eras un recién llegado: la existencia de Berisso como núcleo urbano tiene mucho que ver con la industria saladeril. En la segunda parte del siglo diecinueve dicha Industria se había extendido a Buenos Aires, Entre Ríos, Santa Fé y Corrientes.
Las condiciones de insalubridad condujeron a la suspensión de las faenas en 1869, al producirse una peste de cólera. El gobierno trata de que esa industria se instale en la campaña.
En 1871 se desata la fiebre amarilla lo cual hace perentorio el retiro de los saladeros. Así que el 24 de junio de 1871, don Juan Berisso pone en marcha el saladero San Juan en tierras del hoy Partido de Berisso que por tradición tomó su nombre de aquel genovés pionero de la Industria saladeril.
Alrededor de este primer saladero se construyeron ranchos y, más tarde, casas de madera y zinc, que aún hoy continúa disputándole tercamente el paisaje a las modernas construcciones de mampostería.
Pero el progreso no se detiene, como no pueden detenerse la inteligencia y el espíritu de aprender del hombre. En Europa, corriendo el año 1884, se realizan experiencias para conservar la carne por medio del frío. Aquí empezó a insinuarse tu presencia de frigo rífico. El ingeniero Tellier culmina con éxito esas experiencias, asestando un golpe de muerte a la Industria saladeril.
En 1904 se instala en Berisso la primera fábrica de congelación y enfriado de carnes, con el nombre de The La Plata Cold Storage que, en 1916, se transforma en Frigorífico Swift de La Plata.
Ese mismo año de 1916 apareciste vos, Frigorífico Armour, inaugurando tus instalaciones. El pueblo te bautizó El Nuevo, en contraposición al Swift a quién bautizó El Viejo. Fue casi como el nacimiento de mellizos, el que nace primero hace el servicio militar. Así que cuando a alguien le preguntaban dónde trabajaba, respondía que en El Nuevo o en El Viejo.
El nuevo... Uno imagina el entusiasmo del primer albañil que, cuchara en mano, fue levantando ladrillo a ladrillo aquel centro fabril que fuiste. Nuevo como una nueva esperanza porque ¿qué es el trabajo sino una esperanza para que la Humanidad viva mejor? El hombre se mejoró física e intelectualmente a través del trabajo.
Tal esperanza se vio concretada cuando, en el pináculo de la producción, entre vos y el Swift llegaron a ocupar más de 15.000 personas, generando un caudal económico que hacía marchar presurosa la sangre comercial de Berisso, Ensenada y hasta La Plata.
Casi al unísono con tu sorprendente aparición de megaterio, se produce una corriente inmigratoria que llena el poblado de nuevos sonidos musicales, de vocablos vírgenes, mezcla de idiomas nacional y extranjero, pero que sirvió para que los habitantes de tu Babel se entendieran a pesar de todo.
Vocablos que dieron origen a un lunfardo, muchos de cuyos términos fueron reconocidos, más tarde, por la Real Academia Española.
Y estos recién llegados se mezclaron a quiénes habían nacido en nuestro territorio semi-desértico, nuestro territorio compuesto de agua y tierra en idéntica proporción ubicado astronómicamente a los 35° de Latitud Sur y 58° de Longitud Oeste, pequeñisima porción frente al tamaño del mundo, pero enorme en la geografía de nuestro corazón. Nuestro pequeño territorio que tanto amamos y que, justamente por tan pequeño, nos resulta fácil abrazarlo toda vez que nos acucia la necesidad de acariciarlo.
Llegó el inmigrante fondeando su barca en el bañado o en el monte de Berisso. Traía una pala como síntoma infalible de trabajo o presunción de surco; traía una familia para ofrecerla a su nueva tierra, porque no lo bastaba ofrecerse a sí mismo; traía un pájaro en la mano identificando su propia vocación de pájaro.
Llegó el inmigrante por la ruta del agua y el sol. Vino con su música, que en los atardeceres poblaba el aire de reminiscencias. Música que escapaba como hálito despertador de vísceras, ofrecedor de nostalgias, por la puerta de una fonda de la calle Nueva York o de la sede social de la colectividad que nos reunía.
Y esos inmigrantes fundieron sus deseos de progreso y la necesidad espiritual que es el trabajo, yendo junto con los nativos a la Oficina de Personal, dándose mutuos corajes o inseguridades apostando el futuro de ellos y sus familias a un sí o un no.
Pasaban por tu entrada canalizada por barandas metálicas, como para impedir que alguien tomara un ruta equivocada...
Raúl Filgueira
Fuente: Filgueira, Raúl: "Requiem para un frigorífico".Buenos Aires: Ediciones Icla, 1999.