Desde el año 1963, cada 7 de julio se celebra el Día de la Conservación del Suelo, en memoria del Dr. Hugh Hammond Bennet. Este científico estadounidense dedicó su carrera a la investigación sobre el efecto de la calidad de la tierra sobre su capacidad productiva, de la cual depende la biosfera.
En esta fecha se rinde homenaje a Hugh Hammond Bennett (1881-1960), pionero en el campo de la conservación del suelo en su país natal, Estados Unidos. Así, cada 7 de julio se reflexiona sobre la importancia de los suelos y la amenaza de la desertificación, un fenómeno natural que debe su origen a tres causas: la deforestación, el uso desequilibrado del suelo y el mal uso de la mecanización.
Por qué es importante la conservación del suelo
«La tierra productiva es nuestra base, porque cada cosa que nosotros hacemos comienza y se mantiene con la sostenida productividad de nuestras tierras agrícolas«. De esta forma, Hammond Bennet trató, a lo largo de su vida, de concienciar a la población sobre la necesidad de promover el cuidado y la conservación del suelo. Porque el suelo juega un papel fundamental en una gran cantidad de procesos biológicos, químicos y físicos que posibilitan la supervivencia de los seres vivos de la biosfera.
La tierra es un recurso muy complejo debido a su capacidad cambiante. El suelo es el soporte de diferentes formas de vida, aporta sustrato a los cultivos y sirve como alimento para animales y plantas. En la agricultura, el suelo es un medio de comunicación entre agricultor y cultivo. Y es que dependiendo del tratamiento que se le dé, la productividad de la tierra será diferente.
Para entender la necesidad de promover la conservación del suelo hemos de entender primero qué lo está dañando. La degradación del suelo es un fenómeno que ocurre de forma natural, pero la acción del hombre puede tener efectos catastróficos sobre él.
Causas de la degradación del suelo
A lo largo del tiempo, la actividad humana ha provocado que todos los suelos del mundo hayan sufrido transformaciones. Lo que ha provocado que ya esté considerado una de las problemáticas ambientales del momento a nivel global.
La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) define la degradación del suelo como ‘un cambio en su salud que resulta de una disminución o pérdida para producir bienes o prestar sus servicios ecosistemicos’.
La morfogénesis estudia las diferentes fases de la degradación del suelo:
- Erosión. Producida por el desgaste que producen agentes externos como el viento o el agua. También es fruto de la fricción. Es el factor sobre el que más hay que incidir para conservar el suelo.
- Transporte. Los detritos de unos lugares se trasladan a otro lugar, donde se sedimentarán.
- Meteorización. Las rocas se descomponen cuando entran en contacto con el viento o el agua. Pero no se produce transporte de materiales; si no hablaríamos de erosión.
- Sedimentación. Si el agente que transporta los sedimentos no tiene la suficiente energía para moverlos, estos acaban depositándose por el camino.
Si no se realiza una conservación del suelo eficaz y urgente, la sostenibilidad de los ecosistemas agrícolas y la productividad de la tierra podrían verse gravemente alterados. La degradación del suelo afecta a 1.900 millones de hectáreas a nivel global, de las cuales el 65% corresponde a los efectos de la erosión. En esta infografía abordamos algunas de las consecuencias que produce la degradación del suelo y qué podemos hacer para revertir este deterioro:
Por lo tanto, las acciones de cuidado del suelo no deben acabar en el Día Internacional de la Conservación del Suelo. La acción colectiva e individual deber actuar de manera simbiótica para mitigar los efectos del cambio climático sobre el suelo y la biosfera.
La progresiva erosión del suelo
Hasta hace relativamente poco tiempo, el hombre apenas había modificado el relieve natural. De hecho, la preservación del suelo ha estado tradicionalmente vinculada al desarrollo tecnológico. En este sentido, durante cientos de miles de años el ser humano no contaba con la tecnología necesaria para llevar a cabo la transformación del suelo. Gran parte de estos avances tecnológicos se produjeron con la llegada de la revolución industrial.
El crecimiento demográfico que se derivó de la mejora de las condiciones de vida llevó a las diferentes culturas a intervenir sobre el medio. Esto provocó la aceleración de los procesos de erosión geológica, produciéndose lo que podríamos denominar una erosión acelerada.
Con el paso de los siglos, la masa forestal ha ido menguando su tamaño a ritmo vertiginoso. Entre otras prácticas nocivas para el terreno, la tala de árboles para crear zonas de pasto y cultivo han ido aumentando con el paso del tiempo para hacer frente a las necesidades de un mundo más poblado y más hambriento.
Esto ha llevado a algunos expertos a afirmar que el ser humano estaría moviendo un volumen de tierra 10 veces más grande que el que mueven los procesos naturales. Afortunadamente, en la actualidad se están invirtiendo cada vez más recursos en el desarrollo de sistemas que permitan una actuación sobre la cobertura vegetal menos invasiva.
Fuente: fundacionaquae.org
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